Con motivo del trigésimo aniversario de Navidad Digital, Miguel Soler, uno de nuestros más activos seguidores, nos escribe un nuevo relato breve navideño que, al menos a mí, me ha transportado en el tiempo. Podéis leer el anterior dedicado a la llegada del otoño.

Para ilustrar el texto he optado por una foto propia de las navidades de 2005 que es lo más parecido que tenía a la imagen que me ha transmitido el relato.

Y aquella tarde las bombillas se encendieron con color a Navidad

Ya llevaban colgadas en algunas calles céntricas de la ciudad las tiras de luces de la Navidad, una suerte de bombillas de colores típicos en estas fechas como eran el azul, rojo, verde, amarillo y blanco. Formaban una especie de guirnaldas con cuerpo de recio alambre, que colgadas de farola en farola atravesando las calles por alto, daban la impresión de ser carteles anunciando la meta de algo cuando te aproximabas y pasabas por debajo. Con aquellas bombillas, manos avezadas y expertas habían compuesto durante meses una suerte de redondeles, amagos de ramas, a veces esbozos de flores, copos de nieve, y algunas filigranas más que, a la vista de grandes y pequeños, eran motivos de celebración porque las fiestas navideñas estaban ya al caer.

Con el Tiempo de Adviento ya desgranándose, aquellos colores invitaban a la expresión de sorpresa con sonrisa incluida, y hasta los más mayores, que a veces renegaban de estas festividades por lo mucho pasado en sus vidas, caían en la trampa emocional de estremecerse y, en algunas ocasiones, secaban rápido una lagrimilla que asomaba como queriendo destaponar su esencia de niña, de niño, entre las revueltas de las décadas ya cumplidas.

Aquella tarde de otoño, preludio ya casi de un invierno que prometía fríos, estrecheces en la economía, más trabajo de sol a sol para salir adelante, giró la maneta de la luz de la Navidad, y al poco de oscurecerse la tarde, se encendieron aquellas bombillas; lo hicieron por tramos, que la red de la ciudad no permitía todavía grandes alardes tecnológicos y el suministro eléctrico había de ser regulado con talento para evitar apagones, y en apenas unos minutos, todas aquellas bombillas se encendieron y parecieron sonreír a cada persona que, entre exclamaciones, las recibieron con alegría, asombro, y hasta con cariño.

Y, tras el encendido inicial, las niñas y niños jugaron, como cada año, a buscar las bombillas que no se habían encendido en aquellas sencillas guirnaldas y, algunos mayores, buscaron con ahínco las primeras bombillas que se iban fundiendo, como se fundían las penas de los años pasados con las nuevas ilusiones que traían aquellos colores. Azul, rojo, verde, amarillo, y blanco, colores de aquellas y de otras muchas navidades.

Espero que os haya gustado y muchas gracias de nuevo a Miguel por redactarlo y compartirlo por aquí 🙂