
Hace unos días, un seguidor de la página que seguro que habréis visto por los comentarios y redes sociales de Navidad Digital, me envió un bonito relato breve de su autoría sobre la llegada del otoño y la esperada temporada navideña. Sin más dilación, «Llegó el otoño…» por Miguel Soler.
Llegó el otoño…
«Y la cuestión es que, llegadas estas fechas cada año, su mirada se transformaba. Aunque todavía hacía calor, y el “veranillo de San Miguel”, o el “veranillo de los membrillos” todavía vendrían apretando temperaturas, ya había cambios bien visibles. Los amaneceres más frescos, y ese cambio en la luminosidad del cielo, daban alas al pensamiento para verse, nuevamente, en esa parte final del recorrido navideño.
Camino ya de octubre, los colores cambiaban a cada paso, y de vez en cuando un suspiro lo llevaba con avidez a mirar el calendario de pared de la cocina para buscar cuándo comenzaba ese año el Tiempo de Adviento. Mientras, cada tarde, los deberes del instituto reclamaban su atención, pero aquella mesa camilla que le servía de mesa de estudios en su humilde casa, también era cómplice de sus anhelos por la Navidad.
En apenas un par de semanas más, aquella mesa cambiaría ¡por fin! el paño de crochet que la había engalanado todo el verano, por una enagua de invierno; aquella enagua siempre se le antojó como la carpa de un circo, o un paracaídas, que cubría el foco del brasero, que ya en las inmediaciones de Todos los Santos, haría su encendido inaugural. Sin calefacción en la casa, aquel brasero era un amoroso compañero que aportaba un calorcillo suficiente, mantenido, en aquellas tardes de otoño, camino en apenas un par de meses más, del invierno.
Aquella tarde, escuchando la radio de fondo mientras completaba una redacción, pensaba en lo que depararía esa próxima Navidad en cuanto a lo que su madre compraba de la tienda del barrio. O de aquellos productos que compraban también en el economato a primeros de mes. Pronto abrirían, casi seguro, una lata de dulce de membrillo, y la jarrita de miel ya mismo estaría dispuesta a que la cucharilla de rabo largo entrase a impregnarse de aquel regalo pegajoso y reconfortante a la par.
Pero ahora su objetivo eran las primeras castañas asadas. Todavía no había puestos en la calle en estos últimos días de septiembre, pero sabía que allá por el Pilar, raro sería que no hubiese, al menos, algunos puestos repartidos por el centro de su ciudad, sobre todo en la Alameda y sus alrededores. Ese olor a castañas asándose, y la fresca brisa de poniente, eran compañía en su imaginación aquella tarde de estudios, merienda casera, y sueños navideños. ¿Cuándo comenzaremos a preparar el nacimiento, a sacar las bolas y tiras de espumillón para el árbol? El corazón de aquel chiquillo se aceleraba gustoso con cada pensamiento con sabor a Navidad. Y es que ya, entrando el otoño, todo parecía estar al alcance de la mano…».
Texto original de Miguel Soler publicado con su consentimiento. ¡Gracias por el relato! 🙂
Foto: Propia, seguro que os sonará porque es de archivo, hasta que el otoño despliegue todo su poderío cromático habrá que esperar un poco, pero parece tan cercano que casi podemos tocarlo…
¡Muchísimas gracias, Alberto! Mi propósito es celebrar y agradecerte estos 30 años de Navidad Digital, y este relato no es más que una humilde e insignificante aportación a tu enorme trabajo. Gracias, muchísimas gracias por acompañarnos en el camino navideño durante todos estos años. Y estoy convencido de que así seguiremos muuuuucho tiempo más.
¡Mantengamos encendida la ilusión de la Navidad!
una gran muestra de sensibilidad i ternura
. enhorabuena Miguel creo que hay mucho de ti
¡Muchísimas gracias, Francesc! Solo es una pequeñísima contribución al gran regalo que es Navidad Digital, y mi agradecimiento a quienes estamos en contacto gracias a Alberto.
¡Mantengamos encendida la ilusión de la Navidad!
solo 77 dias , el proximo pasa 66 y bajando ya en la parte final de nuestro camino , con la meta el mes que viene con las luces y los mercadillos de navidad y claro los sacrosantos turrones
¡Esto va que vuela, Francesc! A ver si regulamos la velocidad, que las ganas nos piden que llegue pronto la Navidad pero hay que disfrutar todo el camino, y de forma muy especial estos ya «77 y bajando». Buscando ya esas señales navideñas de alumbrado, artículos en las tiendas, y a continuación, mercadillos. De momento a disfrutar el día a día del camino, y dispuestos a probar las primeras castañas asadas.
¡Mantengamos encendida la ilusión de la Navidad!
Me gusta el otoño porque creo que nos enseña que al igual que los árboles cambian sus hojas que nosotros también debemos cambiar y renovarnos para bien. Además de sus colores, el viento y tardes frías nos asoma a los vientos alisios de la Navidad..En mi país Costa Rica no hay otoño tenemos invierno y nos acercamos al verano…Muchas gracias Navidad Digital y a Miguel Soler por tan hermoso relato.
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